En los últimos tres años, el número de personas que acuden semanalmente a comprar en tienda ha crecido hasta alcanzar el 46% del total de la población española. De igual modo, las ventas de comercio electrónico también viven un importante auge en el mismo trienio con incrementos superiores.
La evolución de ambas magnitudes va ligada, por un lado, al aumento del consumo interno que vive en España una vez superada la crisis económica, aunque con precaución, y, por otro lado, también está íntimamente relacionada con una transformación radical en el modelo de consumo que se está produciendo en el país.
En este sentido, los hábitos de consumo se están moviendo hacia un patrón mixto, en el que los usuarios utilizan indistintamente y a conveniencia los establecimientos físicos y el canal on-line, en función de los bienes consumidos y de sus propias necesidades, algo que demuestra a las claras el dato de que el 55% de los e-commerce cuenta también con una tienda física.
Así pues, esta dispersión en los canales de compra potencia la evolución hacia la integración omnicanal, aprovechando el uso intensivo que se le da a los dispositivos móviles aprovechando la alta cobertura de internet existente en España, una de las más profundas del mundo.
Consecuentemente, pese a que el aumento de las ventas de comercio electrónico parecía vaticinar un declive de las tiendas físicas, parece que la tendencia va hacia una integración, en la que la recogida y análisis de datos relacionados con la demanda y el comportamiento de los clientes se combine de diferentes modos con la cercanía y la experiencia de compra que aportan los establecimientos a pie de calle, aunque con cambios que impliquen una mayor rapidez en las compras, flexibilidad a la hora de gestionar entregas y devoluciones, así como en los medios de pago.