Vicepresidente ejecutivo de Astic
Ramón Valdivia, vicepresidente ejecutivo Astic

Del precio al partenariado

La escasez de conductores, la complejidad regulatoria y la propia consolidación empresarial han puesto en evidencia algo elemental: cuando tratamos el transporte como socio y no como gasto, el resultado mejora para todos.
04/11/2025 a las 21:03 h

Seguramente, amigo lector, estarás de acuerdo con la siguiente afirmación: la mayoría de los cargadores consideraron durante demasiados años (y aún hoy queda mucho de esto) el servicio de transporte como una commodity: un mal necesario que se adjudica al menor precio posible y se cambia sin pestañear en la siguiente licitación. 

Ese enfoque ha dado lugar a relaciones frías, contratos cortos, inversiones mínimas y una eficiencia que, en no pocos casos, se limita a sobrevivir. Sin embargo, quizá estemos viviendo el inicio de un cambio significativo. La escasez de conductores, la complejidad regulatoria y la propia consolidación empresarial han puesto en evidencia algo elemental: cuando tratamos el transporte como socio y no como gasto, el resultado mejora para todos.

No es “teoría”, hablo de práctica

El cargador que comparte previsiones fiables, respeta las ventanas horarias y diseña muelles pensados para operar ágil, obtiene puntualidad, menos incidencias y, en consecuencia, menores costes ocultos. El transportista que se sienta a co-diseñar rutas, a integrar sus sistemas y a comprometer capacidad con contratos plurianuales, gana estabilidad para invertir en flota, tecnología y personas. Me parece que seguiremos coincidiendo si decimos que servicio estable para uno y capacidad asegurada para el otro, valen más que cualquier rebaja coyuntural por kilómetro.

En lugar de licitaciones que reducen el diálogo a una hoja de cálculo, necesitamos conversaciones de negocio: qué corredor de verdad duele, qué puntos de carga generan esperas, qué picos son inevitables y cómo se gestionan sin improvisaciones. 

Un acuerdo de partenariado, podría decirse, no es pagar más; es pagar mejor. Cláusulas de indexación transparentes, objetivos claros de servicio y mecanismos de reparto de ahorros cuando se elimina tiempo muerto o kilómetros en vacío son herramientas sencillas para alinear intereses sin perder tensión competitiva.

También hace falta ambición por parte del tejido empresarial del transporte.

El sector español, marcado por la atomización, no puede conformarse con “hacer viajes”. Hay que ofrecer soluciones: visibilidad en tiempo real, conductores formados y bien tratados, planificación que evite desplazamientos innecesarios, y capacidad para responder a incidencias sin colapsar la red. Eso requiere dimensión, profesionalización y alianzas inteligentes con pymes que aportan cercanía y capilaridad bajo estándares comunes.

Del lado del cargador, la clave es pasar del coste unitario al coste total de servir a sus propios clientes (externos o internos). El precio por kilómetro no refleja la rotura de stock evitada, el inventario que no hace falta guardar “por si acaso” o la reputación que se gana cuando la mercancía llega a la primera y a la hora. Tampoco refleja el desgaste de un conductor retenido horas en un muelle sin información. Cuidar ese eslabón humano es, hoy, un factor estratégico.

El transporte no es un apéndice de la cadena logística: es su sistema circulatorio. Tratarlo como commodity empobrece a todos; construir partenariados profesionales enriquece a ambos. No es un llamamiento sentimental, es un recordatorio de negocio: la fiabilidad, la previsión y el respeto generan margen. 

Ahora toca decidir si seguimos comprando viajes… o empezamos a construir valor compartido. 

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