Los presidentes Xi y Trump han cerrado esta semana, durante un breve encuentro que han tenido en una base aérea de Corea del Sur, un acuerto comercial de un año de duración que permite iniciar una tregua de un año de duración en la guerra comercial que mantienen los dos países.
De manera particular, este pacto implica que los Estados Unidos rebajarán los aranceles a las importaciones de productos chinos al 47%, mientras que, por su parte, China eliminará las restricciones que viene aplicando a la exportación de tierras raras, materia prima esencial en la fabricación de productos electrónicos, y, de igual manera, también se ha comprometido a comprar doce millones de toneladas métricas de soja estadoundiense.
Así mismo, la Administración Trump también ha anunciado que el acuerdo implica la suspensión de las tasas desplegadas para gravar el atraque en el país de buques chinos o de fabricación en la nación asiática.
Aunque esta tasa había tenido poca aplicación desde que se empezará a utilizar a mediados de este mes de ocubre, dado que las navieras había cambiado sus rotaciones para evitarla, sí que permite impulsar el comercio marítimo entre ambos países.
En esta misma línea, la reducción de aranceles a una cifra cercana a la media que está utilizando la Administración Trump con otros países, también puede contribuir a recuperar unas líneas cuya demanda se ha desplomado en las últimas semanas.
Pese a lo limitado de las cuestiones acordadas, el encuentro supone un paso adelante en unas relaciones que parecían estancadas y, aunque temporal, abre la puerta a que se le de continuidad, especialmente si Trump visita China en abril de 2026, tal y como se ha anunciado.