Manuel Perezcarro Martín, secretario general de CETM-Figoríficos y FROET

Catastrofismo o realismo

Se me puede acusar de catastrofista o pesimista y, lo cierto, es que agradecería estar equivocado en mis apreciaciones.
27/09/2021 a las 21:31 h

Atendiendo gustoso la petición de Cadena de Suministro para que hiciese un artículo de opinión sobre cómo veo el transporte frigorífico en los próximos meses, he reflexionado sobre su situación y el futuro al que se enfrenta y, la verdad, es que no sé si lo que veo es malo o peor.

Son tantos los problemas a los que las empresas de transporte frigorífico tienen que enfrentarse cada día que no sé si merece la pena tanto esfuerzo, preocupaciones y disgustos a cambio de lo que se recibe.

He tratado de encontrar algo bueno y no he podido. Se me puede acusar de catastrofista o pesimista y, lo cierto, es que agradecería estar equivocado en mis apreciaciones.

Veamos, pues, por qué pienso de esta forma. En primer lugar, el transporte de mercancías por carretera tiene una serie de problemas que afectan a todas las especialidades del transporte que son sabidas pero que paso a resumir:

Una relación con el cargador con clara desventaja para el transportista que es el eslabón más débil de la cadena logística. Esto se debe a factores que la empresa no puede controlar, como son la atomización del sector, la escasa dimensión de sus empresas y, aunque cueste reconocerlo, el bajo nivel de formación. Esto ha provocado que sea el cargador el que imponga sus condiciones a la hora de contratar el servicio, desde el precio, la forma de pago o los servicios adicionales que considera debe realizar el transportista incluidos en el precio, como por ejemplo la carga y descarga, cuya actividad ha sido valorada por las asociaciones de cargadores en 2.000 millones de euros anuales.

También, por estas razones, se ha propiciado una falta de respeto absoluto hacia la empresa de transportes, como larguísimas horas de paralización para la carga o descarga –sin pagarse por supuesto – o la falta de una atención y consideración mínima en el trato a los conductores. A ello hay que añadir, especialmente en el transporte frigorífico, el escandaloso sistema de intercambio de palés y su carga en el porta palés por el conductor, no solo gratis, sino respondiendo el transportista de los palés que ya recogió con desperfectos y cuyo importe se lo deducen del precio del transporte sin más explicaciones.

En segundo lugar, la presión recibida por las grandes cadenas de distribución y fabricantes que pretenden ser más competitivos a costa de los riñones del transportista demandando un aumento de los pesos y dimensiones de los vehículos para poder transportar más toneladas a menor precio, escudándose en un ecologismo de salón que luego no aplican a sus propias empresas por los costes que conlleva. Esto afecta de manera especial al transporte frigorífico internacional, el mayoritario, que vería restringida su competitividad en el transporte nacional por impedírselo la reglamentación comunitaria que establece cuatro metros de altura como máximo.

[sumario]Se ha propiciado una falta de respeto absoluto hacia las empresas de transportes, como las larguísimas horas de paralización para la carga o descarga[/sumario]

En tercer lugar, las presiones recibidas por las grandes constructoras y concesionarias de autopistas empeñadas en que el Gobierno implante el pago por el uso de infraestructuras para conseguir mejorar sus ya desorbitados beneficios.

En cuarto lugar, la falta de conductores profesionales debido a que cada vez resulta menos atractiva la profesión.

Por último, el absoluto abandono por parte de la Administración del Estado para dar respuesta a los anteriores problemas y otros muchos que dejo en el tintero para no aburrir al lector. En julio de 2020 se firmaron unos acuerdos con el Comité Nacional del Transporte para promover una serie de cambios legislativos que dieran respuesta a estos problemas. Pues bien, ha pasado más de un año y ni tan siquiera uno de ellos se ha solucionado.

Ahora, no pidan que de mi opinión sobre cómo se avecina la campaña hortofrutícola, porque creo que en estos momentos es lo que menos preocupa a nuestras empresas.

Ahora, llámenme catastrofista.

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