Correos es la empresa pública más grande de España. El operador postal público gestiona una mastodóntica plantilla de 50.250 trabajadores que ofrece un amplio espectro de servicios en 8.298 oficinas.
El operador postal maneja un volumen de 6,2 millones de envíos diarios con una flota compuesta por 13.200 vehículos, con una fuerte apuesta por la sostenibilidad.
Estas cifras la convierten en una de las grandes empresas logísticas del país, una auténtica joya fundada en 1716 que sorpresivamente aún sobrevive en un país dado a deshacerse de lo esencial para malbaratarlo y que está obligada a encontrar su propio camino de transformación para adaptarse al prolongado declive que vive el sector postal, en una sociedad cada vez más digitalizada como la actual.
Sin embargo, el camino no es fácil, máxime cuando una empresa pública como Correos queda devaluada para convertirse en simple arma arrojadiza entre políticos.
En la primera sesión de control al Gobierno de 2023, que ha tenido lugar este pasado martes, ha podido escucharse en el Senado cómo Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, acusaba al presidente del Gobierno de poner “en riesgo la mayor empresa pública de España y el Servicio Postal Universal”por las pérdidas acumuladas del operador en el último ejercicio.
Quizás algún asesor le había venido insistiendo al popular en que aprovechara su paso por el operador postal, para tirarle alguna chinita dialéctica a su oponente a cuenta de su difícil situación económica, que tampoco, por cierto, es cuestión de hoy mismo, ni de ayer siquiera, con todo lo que ha llovido, además, de 2003 aquí en el sector logístico, en general, y en el segmento postal, en particular.
[sumario]Correos se ha visto así envuelta en un debate tangencial en el Senado, que evidencia la triste realidad de una empresa pública sometida al vaivén político en cada legislatura.[/sumario]
Por su parte, Pedro Sánchez cuestionaba al dirigente popular si su nombramiento como presidente de Correos, cargo que ejerció de 2000 a 2023, se había debido a “su dilatada experiencia como cartero o por ser miembro del Partido Popular”.
Tal vez, el socialista no cayó en la cuenta de que con ese simple e ineficaz truco solo ha conseguido poner en evidencia y a la vista de todos, de qué va todo esto de la política al fin y al cabo.
Correos se ha visto así envuelta en un debate tangencial para lo que se estaba discutiendo en ese momento en el Senado, que evidencia la triste realidad de una empresa pública sometida al vaivén políticoen cada legislatura, a la generosidad o racanería, según el caso, de cada dotación presupuestaria, al perpetuo enfrentamiento que existe entre las sucesivas direcciones y los sindicatos, y también a sus propias rigideces estructurales que dificultan, impiden, ralentizan su adaptación a un mercado proceloso y que ya ha cambiado radicalmente.
A Correos la han colocado unos y otros en el triste y peligroso trancede otros servicios públicos, que cada cual maneja siempre en beneficio propio,y siempre con pocos escrúpulos, como munición de ataque político.
Más allá de la miopía, de la impresentable calidad a que nos tiene acostumbrados el clima político últimamente, de esos cálculos interesados que siempre se miden en votos y no en beneficios tangibles para la población, los ejemplos de otros operadores postales europeos, transformados en potentes multinacionales logísticas gracias al apoyo decidido y continuo de sus respectivas administraciones, deberían servir para que Correos siga estos ejemplos con un rumbo adecuado, con una visión empresarial consensuada y pensada a largo plazo, centrado en la operativa y en dar un servicio público imprescindible, especialmente en zonas cada vez más despobladas y abandonadas.
El sector logístico se juega bastante en este envite, y sólo con el concurso de todos los implicados se logrará sacar adelante.
