Si hay algo que caracteriza al ser humano es su capacidad para anticiparse a los cambios, prever lo que está por venir sacando conclusiones del pasado y sacar ventaja de esa anticipación. Sin embargo, desde comienzos de 2020 el horizonte está cada vez más difuso. A una crisis sanitaria ha sucedido otra de suministro y a esta, a su vez, una guerra con consecuencias a nivel global, a la que hay que añadir las nuevas catástrofes climáticas.
En España, la sequía está provocando daños catastróficos en cosechas de todo tipo que, además, se prolongarán en el tiempo con secuelas que ya se trasladan a la producción de 2024.
Los datos oficiales apuntan a una reducción en la producción de cereales de otoño-invierno en torno a un 40% con respecto a la campaña de 2022. La sequía ha afectado también de manera directa a los árboles y producción de frutales, y en algunos cultivos hortícolas la falta de agua ha producido una disminución de la superficie sembrada muy significativa.
En cuanto al olivar, se espera una campaña algo mejor que la anterior y las perspectivas de producción de uva de vinificación han mejorado algo tras las recientes lluvias, por lo que el sector maneja un nivel de producción en el entorno de 36 millones de hectólitros de vino, frente a los 41 millones de la campaña pasada.
En lo económico, la inflación sigue desbocada y los desequilibrios económicos se multiplican y agravan. Recientemente, la Comisión Europea ha mejorado las previsiones de crecimiento de España para este año, pero las ha empeorado para el que viene, al tiempo que los pronósticos para Alemania, principal motor de la Unión y uno de los clientes más importantes para el país, son poco halagüeños.
Cada vez más empresas apuntan a una última parte de 2023 con más dudas que certezas, algo que podría afectar al empleo, así como a los volúmenes en la producción de bienes. Todo ello hace que se contraiga la inversión, a la vista de los, mediocres datos de ventas que se vienen registrando en los últimos meses.
Sin embargo, la situación actual también ha dejado claro el importante papel que juega el transporte de mercancías por carretera, en general, y el frigorífico, en particular. Cerca del 17% de las mercancías transportadas por carretera en Europa en 2022 son alimentos, bebidas y tabaco, lo que equivale a 317.000 millones de toneladas/kilómetro.
[sumario]Cada vez más empresas apuntan a una última parte de 2023 con más dudas que certezas, algo que podría afectar al empleo, así como a los volúmenes en la producción de bienes.[/sumario]
El interés por el sector es grande, precisamente cuando convergen dos grandes procesos que van a sacudir al transporte como son la transformación energéticay la digitalización. A ellos se suma, además, un claro contexto de incremento de costes y una acuciante escasez de mano de obra, que se deja sentir especialmente entre los chóferes.
El frigo es un sector altamente especializado, que ofrece un alto nivel de servicio en procesos críticos. Su actividad genera un alto valor para empresas comerciales e industriales y de ahí el interés creciente.
El sector afronta un claro proceso de concentraciónen un contexto difícil, pero con la buena base que supone su profesionalización, flexibilidad y productividad. Son buenas armas para combatir en tiempo de dudas.
