A lo largo de la historia, el transporte en general, y el transporte marítimo en particular, ha sido uno de los principales indicadores de la coyuntura mundial, en muchos ámbitos de actividad.
En este contexto, la aceleración del ritmo de la historia nos lleva a un encadenamiento de cambios que ya no son lineales, sino exponenciales. A veces da la impresión de que estamos en la paradoja de que lo disruptivo es la norma. Desde el sector logístico y portuario hemos venido percibiendo y viviendo durante muchos años esta situación y lo cierto es que, en mi opinión, el sector ha estado a la altura de las circunstancias, no solo en la adaptación a nuevos escenarios, sino siendo en muchos casos palanca fundamental de esos cambios.
La logística y el transporte marítimo han sido siempre pilares fundamentales para el comercio global y el desarrollo económico. Los puertos, como nodos principales de este sistema, enfrentan un conjunto de desafíos derivados de la necesidad de responder a nuevas demandas, la transformación tecnológica y las exigencias en materia de sostenibilidad. La conectividad, la resiliencia y la sostenibilidad son claves para garantizar que la logística portuaria evolucione y se adapte a las necesidades del futuro. Pero todo eso ya lo sabemos, es una constante en todos los planes estratégicos, foros profesionales y medios especializados.
El reto real es estar preparados para lo que no sabemos que pasará. Para eventos que no están previstos en los planes de contingencia. Para un incremento relevante en la frecuencia de recurrencia de los famosos cisnes negros, que se supone que son acontecimientos inesperados pero que ya todos elucubramos esperando el siguiente.
Desde mi punto de vista, lo importante es cambiar el enfoque. Tradicionalmente hemos desarrollado infraestructuras del transporte sólidas, con una visión de permanencia casi ilimitada de su funcionalidad en el tiempo y con una gestión basada en procedimientos definidos. Y nos encontramos en un contexto de volatilidad, transitoriedad (nada es permanente), cambio continuo e incertidumbres estratégicas.
Por eso, las actitudes para enfrentar el futuro deben partir de conceptos como la flexibilidad, adaptabilidad, enfoque multidisciplinar, cooperación, resiliencia, etc. En definitiva, tenemos que manejar lógicas difusas, pensamiento lateral, y modos de actuar no convencionales. En el mundo logístico, estos conceptos pueden concretarse en estrategias que, si bien son conocidas, deben ser especialmente reforzadas.
Funcionamiento en red. Redes logísticas malladas (olvidemos las antiguas configuraciones en estrella) que nos permitan dar respuestas múltiples a los servicios que se demanden, y reconfigurarlas dinámicamente. Las redes son fundamentales en múltiples capas: Infraestructuras del transporte y logística, logística de la energía y nuevos combustibles, infoestructuras , comunicaciones, tecnología e inteligencia de red.
El reto real es estar preparados para eventos que no están previstos en los planes de contingencia pero que ya todos asumimos, esperando el siguiente.
Infraestructuras flexibles y polivalentes, que sirvan para las demandas actuales, pero también puedan tener otras funciones futuras, resilientes que permitan recuperación rápida frente a incidentes, conectadas y con interoperabilidad plena estandarización y gobernanza.
Cooperación entre todos los actores de la cadena de suministro. En este aspecto, es importante resaltar la importancia de la conectividad y, en el caso de los puertos, de su conectividad terrestre con infraestructuras lineales y nodales (zonas logísticas, puertos secos) con gestión coordinada. La cooperación será clave en la eficiencia y en las respuestas ante eventualidades.
Por último, es esencial que este planteamiento se aplique también al capital humano. Los profesionales del sector requieren buenas dosis de trabajo en red, polivalencia profesional, resiliencia y flexibilidad.
Y, por supuesto, sin olvidarnos de la sostenibilidad, como un imperativo ineludible, y de la tecnología, que debe ser la palanca imprescindible para poder gestionar adecuadamente el ingente volumen de datos y las lógicas difusas que requieren los escenarios cambiantes e imprevisibles.