La producción de vehículos ligeros a nivel mundial se sitúa en torno a los 85 millones de unidades, destacando la región Asia-Pacífico, y aunque a menor ritmo, también continúa aumentando la fabricación de coches eléctricos e híbridos. En total, Expeditors calcula que los fabricantes están invirtiendo alrededor de 500.000 millones de euros en vehículos eléctricos y mejoras tecnológicas para los próximos cinco años, ya que actualmente representan más del 30% de las ventas en mercados como Noruega o Alemania.
Esta transformación de la industria automotriz responde, principalmente, al impulso de la electrificación, la conducción autónoma, los avances en inteligencia artificial, los sensores y software, la sostenibilidad, los cambios en las preferencias de los consumidores, la llegada de nuevos actores al mercado, la competencia de gigantes tecnológicos y empresas emergentes, y el establecimiento de unas cadenas de suministro resilientes y localizadas.
En el caso del mercado español, el sector automovilístico ya supone un 10% del Producto Interior Bruto. España es el segundo productor de automóviles de Europa, solamente por detrás de Alemania, y el octavo del mundo, llegando a fabricar casi dos millones y medio de vehículos en 2023.
Asimismo, las exportaciones nacionales, incluyendo vehículos y componentes, representan un 18% y han generado un superávit comercial de 16.000 millones de euros. La automoción española encara igualmente el futuro invirtiendo activamente en electrificación y diversificación, pero se enfrenta a numerosos retos que requieren un delicado equilibrio entre innovación, inversión y agilidad operativa.
Algunos de ellos son la transición hacia la electrificación, por las limitaciones en el suministro de baterías y la desigualdad en las infraestructuras de recarga; el estricto cumplimiento normativo, que obliga a los proveedores de primer nivel a alinear sus carteras de productos con los requisitos cambiantes de los fabricantes de equipos originales; o las expectativas de los consumidores, quienes apuestan por vehículos más sostenibles, softwares avanzados y capacidades de actualización inalámbrica.
Estos retos se han agravado con los últimos acontecimientos geopolíticos, pues las tarifas del 25% impuestas por Estados Unidos a vehículos importados, piezas de automóvil y materias primas han aumentado los costes de producción. Esto ha supuesto un desequilibrio competitivo, ya que las marcas extranjeras dependientes de las importaciones se enfrentan a retos más difíciles que los fabricantes nacionales, quienes obtienen ventajas temporales.
Como consecuencia, las cadenas de suministro son cada vez más volátiles, lo que deriva en incertidumbre, aumento de costes y nuevas estrategias de reubicación de la producción. Pese a estos contratiempos, la tendencia a largo plazo para la industria automotriz sigue siendo sólida, pero es necesario invertir en cadenas de suministro localizadas y con visibilidad digital y priorizar las estrategias de 'nearshoring'.
Es esencial seguir de cerca la evolución de la legislación y los acontecimientos geopolíticos, trabajar con una planificación y un control de inventario precisos y contar con un socio logístico de confianza para operar con mayor agilidad y mitigando riesgos en este sector de rápida evolución.