La sostenibilidad y la digitalización del transporte en España son las grandes banderas de la modernización del sector. Sin embargo, tras los discursos políticos y las estrategias anunciadas, la realidad muestra un camino lleno de obstáculos que están ralentizando la necesaria transformación. Las buenas intenciones, por sí solas, no bastan: sin una adecuada planificación, inversiones que realmente impulsen el cambio y una coordinación efectiva entre los actores implicados, el transporte español seguirá atrapado entre la burocracia y la falta de resultados concretos.
El compromiso con la sostenibilidad se enfrenta a problemas estructurales de calado. Aunque se han impulsado incentivos para fomentar la electrificación del transporte, el despliegue de infraestructuras de recarga sigue siendo insuficiente. Además, la falta de un modelo energético sostenible impide que la electrificación sea una solución efectiva si la generación de electricidad continúa dependiendo, en gran medida, de fuentes no renovables lo cual supone una contradicción evidente y además eleva los costes. Y de una contradicción a otra, la producción y el reciclaje de baterías, cuyo impacto medioambiental y coste económico generan muchas dudas.
Por otro lado, el sector del transporte y la logística siguen atrapados en un círculo vicioso: ayudas insuficientes, burocracia asfixiante e infraestructuras mejorables. La sostenibilidad exige inversiones serias e innovación real, pero las pymes quedan sistemáticamente fuera de la fiesta. No basta con regar de subvenciones el mercado, estas deben de ser bien dirigidas y gestionadas.
En cuanto a la digitalización, la situación tampoco es halagüeña. Aunque se han implementado tecnologías para mejorar la eficiencia en distintos aspectos, muchas empresas del sector aún operan con sistemas obsoletos que no pueden integrarse con las plataformas más avanzadas. La falta de coordinación entre operadores públicos y privados ha dado lugar a un ecosistema fragmentado donde cada entidad sigue sus propias normas y herramientas, dificultando la optimización de procesos.
A esto se suman las reticencias a compartir datos, lo que impide una gestión unificada y una toma de decisiones basada en información completa, integral y actualizada. Sin estándares claros que garanticen la interoperabilidad entre plataformas, el potencial de la digitalización sigue desaprovechado. Y mientras las grandes empresas pueden permitirse invertir en inteligencia artificial, big data o automatización, muchas pymes se ven rezagadas por los costes de implementación y operación y la falta de apoyo institucional eficaz.
La seguridad es otro de los puntos débiles. La creciente dependencia de sistemas digitales expone al sector a ciberataques que pueden comprometer gravemente la operatividad y la seguridad de los servicios. Además, la escasez de especialistas en ciberseguridad y la falta de una estrategia clara para mitigar estos riesgos generan incertidumbre sobre la capacidad real del sector para hacer frente a estas amenazas.
El transporte español necesita una transformación profunda, bien planificada y, sobre todo, coherente. Sin una visión global, una estrategia realista y la voluntad de ejecutar cambios estructurales de manera efectiva, corremos el riesgo de seguir estancados en un modelo ineficaz. Es hora de tomar decisiones valientes y dejar atrás la improvisación.